En esta sección iré recuperando posts viejos que alguna vez tuvieron su gracia.. a ver si en algún momento regresa la musa de la inspiración...
El primer post que les traigo se titula Confesiones, un cuento que escribí por allá en junio de 2007 como colaboración al blog Cuentos para antes de dormir, que por cierto sigue vigente así que animense a pasar y participar
Oks, sin más que decir acá les dejo el cuento...
Confesiones
– ¡Ahí estás otra vez! – gritó ella al levantar la vista y sus ojos volvieron a encontrarse. La veía callada e inmóvil como una muñeca de porcelana; y verdaderamente podría ser confundida con una preciosa muñeca de piel blanca y suave como la seda, cabellos tan negros como azabache e infinitos ojos azules tan puros como las diáfanas aguas de aquellas playas paradisíacas que recordaba haber visitado de niña.
– ¿Por qué apareces nuevamente para atormentarme? ¡Te detesto, no sabes cuanto te detesto! – le repetía una y otra vez mientras no podía evitar mirar esa figura perfecta que desnuda mostraba unos rasgos delicados y unas curvas que harían sonrojar a cualquier espectador que hubiera presenciado tal escena. Mientras se observaban recordó la primera vez que se vieron cara a cara, igual que aparecían las notas en su eterno diario podía ver todos los momentos que pasaron juntas; pero esa historia feliz había llegado a su fin.
Con el tiempo su presencia se hacía cada vez más pesada y problemática, ya no soportaba verla y le hería profundamente verla tan inmutable y callada; la princesa que la acompañaba en sus recuerdos se había convertido, sin saber como ni cuando, en un fantasma que acechaba en sus sueños y se escondía tras las sombras.
– ¿Por qué simplemente no desapareces? Todo se ha vuelto difícil desde que estás: las miradas, las relaciones, amigos, amigas, parejas… ¡Todo es más complicado desde que estás aquí! – Le repetía mientras el rostro le cambiaba de color.
Y su compañera callaba.
– ¡Di algo! ¡Por lo menos ten la decencia de responder a lo que te pregunto! ¡Eres de lo peor! – Era lo único que podía decir.
Y su compañera solo callaba.
– ¡Ya me cansé de ti, no quiero verte más! ¡No sabes cuanto desearía que tú, señorita perfecta, desaparecieras de mi vida! Si no existieras, si no estuvieras yo podría ser otra persona; ¡podría ser libre! ¡Podría ser feliz! ¡Tan solo si no estuvieras aquí! – gritaba mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.
Y su compañera solo callaba y la miraba.
– ¡Ya no lo soporto más! ¡Solo quiero que desaparezcas y me dejes vivir tranquila! – lo dijo con las últimas fuerzas que le quedaban. Y haciendo un último gran esfuerzo tomó el joyero que tenía a la mano y se lo lanzó como único salvavidas a su desesperación.
Y mientras veía caer los fragmentos del espejo sobre la alfombra de la habitación sentía como su propio corazón se destrozaba y cayó rendida sobre la cama, durmiendo en un mar de lágrimas y ahogándose en su soledad.